Gabii aquiiestaa
El timbre marcando el inicio del receso retumba en los tímpanos de los alumnos del colegio entero. Todos se levantan de sus asientos y, como si el tiempo fuese escaso, corren hacia las salidas de los salones con mochilas al hombro. Platican, bromean, sonríen; saben que son propietarios de los próximos 30 minutos. Pero una chica no sonríe, incluso sigue sentada en su pupitre. Acomoda con lentitud y paciencia todos los útiles en el interior de su mochila. <o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Al verla uno se da cuenta de que no es como los demás. A ella le da igual la hora que sea, cómo es el clima en el exterior de aquel salón, incluso si vivirá o no mañana; siente cada día más duramente la monotonía de su vida, cada día más fuerte desde hacía 4 años… Es difícil lograr ver sus ojos ocultos tras la manta castaña que los cubre, pero en el instante en el que logras verlos, la palabra “Soledad” se puede leer en ellos.<o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Termina ya de vacilar con la idea de salir o no de aquel salón, y se dirige a la puerta. Su caminar es lento, cosa contraria a sus pensamientos. “Pienso, luego existo”, era su frase, su filosofía de vida; y en ese momento su cabeza debatía la difícil decisión de ir a la cafetería o no; sabía lo que le esperaba si entraba en ese lugar, pero igualmente sabía el hambre que tenía. Sólo bastó el ligero rugir de su estómago para hacerla tomar la decisión, y giró entonces hacia la izquierda. <o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Ya estaba ahí, justo frente a la puerta. Podía oír los gritos, las risas… Al parecer el lugar estaba lleno, eso empeoraría su situación. Por un momento pensó en irse, aguantar el hambre hasta que el día terminara y llegara a su casa; pero se contradijo a sí misma, convenciéndose de vivir con miedo no era vida. <o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Tomó una bocanada de aire para darse valor, y empujó firmemente la puerta. En el momento en el que su nariz entró al establecimiento, el mundo pareció haberse detenido, o al menos así lo pensó cuando se percató del silencio que se hizo. <<Te lo dije>> se gritó a sí misma en su interior. Decenas de ojos curiosos la recorrían de arriba abajo, se sentía, hasta cierto punto, acosada, y el sonido de la puerta cerrándose fue la señal que tomó para decidir salir de ahí. Giró rápidamente sobre sus talones y antes de que pudiera siquiera tocar la puerta, escuchó exactamente la vos que no quería oír y temió que sucediera lo que sabía que sucedería.<o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
— ¿Cómo te atreves a aparecerte por aquí?, fenómeno —gritó una chica al tiempo que se ponía de pie y acomodaba su brilloso cabello castaño con un ligero y coqueto movimiento de su cabeza. Su nombre: Laura; alta, delgada, y con una maravillosa tez morena clara que la asemejaba aun más a una modelo. Y si la gente viviera con la palabra que mejor los describe tatuada en la frente, la suya dictaría Ególatra.<o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Intentó ignorarla, y de nuevo se dispuso a empujar la puerta para salir de aquel lugar, y una nueva una vos la detuvo.<o:p></o:p>
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—Oye, no haz respondido la pregunta.<o:p></o:p>
—Así es, Laura quiere una respuesta— habla otra chica. Ambas se habían puesto de pie también. <o:p></o:p>
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Marie y Carolina, las “amigas” cercanas de Laura, es decir, si ser amiga de alguien son sinónimo de seguirla a donde sea como si fueras la mismísima cola del diablo, repetir con palabras similares lo que ella dijo antes, y siempre decirle lo que quiere escuchar cuando pregunta algo y luego quejarse de la manera en que las trata, pero que eso se olvide en el momento en el que te das cuenta de que gracias a su compañía eres popular; entonces ellas son las amigas más fabulosas del mundo. El trío más conocido del colegio. Y claramente lo que buscaban en ese momento era burlarse un rato de ella, y no precisamente que respondiera la pregunta. Pero ignorarlas le pareció mejor opción por el momento, no era amante de llamar la atención de las personas, y en un lugar tan lleno como la cafetería todo lo que sucedía, todos lo sabrían, y eso le sumaría mas miradas curiosas de lo normal.<o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Así es que, después de un minuto de silencio, descartó ese adorable impulso de caminar hacia ellas y arrancarles cada uno de sus castaños cabellos y empujó al fin la puerta para recibir el aire fresco del exterior de nuevo y comenzar a caminar. El ligero viento que soplaba peinaba su cabello, pero poca atención prestaba a esto y de nuevo pensaba, esta ves, en cuanto tiempo más podría soportar los acosos de Laura. El semestre pasado la había soportado, pero ya no creía lograr suprimir esas ganas de hundir su puño en aquella cara llena de hipocresía. Apenas se cumplía la primera semana del nuevo semestre y ya no la soportaba, era una batalla que ninguna ganaría. Y que ella jamás había deseado que comenzara, es decir, ¿acaso pidió ser la compañera de trabajo el novio de Laura en el proyecto “mama y papa” de la clase de ética? Era sólo una tarea, cuidar a un estúpido muñeco. Pero el rencor no estaba concentrado en sólo ese suceso, no, también la acusaba de que él terminara con ella apenas termino el proyecto. Probablemente pensaba que la odiaba o envidiaba en tal magnitud que había influenciado a Bob para que terminase con ella. Por supuesto nada de eso era verdad. Pero el rencor de Laura hacía ella crecía cada día.<o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Llegó a una zona cercana al área de universidad donde le gustaba pasar los recesos y parte de su tiempo libre. Se sentó sobre el césped y recargó su espalda en el tronco de uno de los numerosos árboles e intentó ignorar el rugido de su estómago escribiendo. Dejando su mochila a un lado, posó una carpeta llena de hojas, con contenido muy personal que llevaba siempre con ella, sobre sus piernas. Cerró sus ojos un momento, y sintió el viento, no había prestado atención al clima en mucho tiempo. Sintió cómo su cabello suelto se revolvía, le agradaba eso. Pero una brusca ráfaga, nada agradable, interrumpió sus pensamientos. Abrió entonces sus ojos, y gritó; sus hojas eran llevadas por el viento. Rápidamente se puso de pie y corrió tras ellas, pero su lenta reacción permitió que éstas le llevaran la delantera. Algunas de las hojas, caían al piso, cómo si el viento jugase con ella y le dejara un camino de migajas; ella las recogía sin perder de vista las que aun volaban. <o:p></o:p>
— ¿Por qué a mi?—murmuraba continuamente al ritmo que corría. Y del suave pasto, llegó al firme concreto del estacionamiento de los alumnos de universidad.<o:p></o:p>
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Mas adelante había una de las hojas en el piso, Pero a medida que se acercaba, más llamaba su atención… No recordaba haber guardado un dibujo entre aquellas hojas… menos haber hecho alguno ella misma. <o:p></o:p>
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Paró en seco frente la hoja, no era algo a lo que ella llamaría con exactitud Artísticos, era un plano. Se inclinó para tomarlo, pero al hacer esto su falda se alzó con ayuda de una pequeña brisa, y por instinto llevó sus manos a bajarla; pero en el proceso soltó las hojas que había acumulado hasta el momento, acción por completo inútil, pues el estacionamiento parecía desierto, pero pensó en la mala suerte de la cual siempre gozaba y decidió cuidar que su falda no se volviera a alzar.<o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Maldijo una y otra ves al viento mientras pisaba las hojas que aun seguían en el piso, a causa de una brisa menor, para luego tomarlas con la mano que no se encontraba sosteniendo la parte trasera de su falda, y odió más que nunca el uniforme de la escuela. <o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Ya casi terminaba con todas, cuando vio de nuevo el dibujo. Llamó su atención igual o más poderosamente. Se acercó lentamente, temiendo que sus pasos provocarán la brisa suficiente como para alejarlo, y se percató de la firma que tenía en una de las esquinas inferiores; definitivamente no era la suya, ni la de su madre… Se inclinó de nuevo para tomarla, esta ves sosteniendo firmemente su falda, pero el viento la había elegido ese día a ella para jugar y, con una fuerte ráfaga levanto la hoja por el aire, la vio alejarse y corrió tras ella. Quería ver el nombre de la persona que había hecho aquel dibujo, no entendía qué hacía aquella hoja entre las de su carpeta. <o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Corría muy rápido, empujada por el viento, aun tenía una de sus manos el pendiente de que su falda no se alzara, mientras la otra la estiraba en lo alto tratando de alcanzar la hoja. Se empezaba a agotar, pero no le importaba, ella quería esa hoja. Continuó corriendo, el viento empezó a disminuir lentamente y cada vez se encontraba más cerca del misterioso dibujo. Más cerca… mas cerca… y… el mundo pareció moverse por completo, o eso creyó hasta que sus ojos veían otra cosa más que el grisáceo color del pavimento y su boca se encontraba besándolo, literalmente hablando. Había caído.<o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Sintió un punzante dolor en ambas rodillas, seguido de la vergüenza, y en seguida, dolor en varias partes más de su cuerpo. Alzó ligeramente su cabeza para asegurarse de que nadie hubiera presenciado tan penosa caída, y lo vio: como una tierna disculpa de parte del viento por tan mala jugarreta, el dibujo se encontraba a su alcance. Sin pensarlo aceptó la disculpa tomando el dibujo en sus manos. Se giró y alzó el dibujo hacía el cielo para verlo mejor.<o:p></o:p>
—Es un bonito dibujo— dijo para sí misma. Miró hacia la esquina en la cual se encontraba la firma. Pero lo único que entendía de aquellas letras amontonadas era una letra. Se dio por vencida y bajó el dibujo. —Lo bueno es que al parecer nadie me vio—habló de nuevo a la nada. —Debo de verme patética…--exclamó, para luego cerrar los ojos, intentando lidiar con el dolor de sus rodillas, principalmente. <o:p></o:p>
—Yo no diría patética…—comentó una vos cerca de ella, quien con gran sorpresa abrió los ojos y vio un par de zapatos cerca de su hombro derecho.—Yo diría más bien… adolorida.<o:p></o:p>
El timbre marcando el inicio del receso retumba en los tímpanos de los alumnos del colegio entero. Todos se levantan de sus asientos y, como si el tiempo fuese escaso, corren hacia las salidas de los salones con mochilas al hombro. Platican, bromean, sonríen; saben que son propietarios de los próximos 30 minutos. Pero una chica no sonríe, incluso sigue sentada en su pupitre. Acomoda con lentitud y paciencia todos los útiles en el interior de su mochila. <o:p></o:p>
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Al verla uno se da cuenta de que no es como los demás. A ella le da igual la hora que sea, cómo es el clima en el exterior de aquel salón, incluso si vivirá o no mañana; siente cada día más duramente la monotonía de su vida, cada día más fuerte desde hacía 4 años… Es difícil lograr ver sus ojos ocultos tras la manta castaña que los cubre, pero en el instante en el que logras verlos, la palabra “Soledad” se puede leer en ellos.<o:p></o:p>
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Termina ya de vacilar con la idea de salir o no de aquel salón, y se dirige a la puerta. Su caminar es lento, cosa contraria a sus pensamientos. “Pienso, luego existo”, era su frase, su filosofía de vida; y en ese momento su cabeza debatía la difícil decisión de ir a la cafetería o no; sabía lo que le esperaba si entraba en ese lugar, pero igualmente sabía el hambre que tenía. Sólo bastó el ligero rugir de su estómago para hacerla tomar la decisión, y giró entonces hacia la izquierda. <o:p></o:p>
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Ya estaba ahí, justo frente a la puerta. Podía oír los gritos, las risas… Al parecer el lugar estaba lleno, eso empeoraría su situación. Por un momento pensó en irse, aguantar el hambre hasta que el día terminara y llegara a su casa; pero se contradijo a sí misma, convenciéndose de vivir con miedo no era vida. <o:p></o:p>
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Tomó una bocanada de aire para darse valor, y empujó firmemente la puerta. En el momento en el que su nariz entró al establecimiento, el mundo pareció haberse detenido, o al menos así lo pensó cuando se percató del silencio que se hizo. <<Te lo dije>> se gritó a sí misma en su interior. Decenas de ojos curiosos la recorrían de arriba abajo, se sentía, hasta cierto punto, acosada, y el sonido de la puerta cerrándose fue la señal que tomó para decidir salir de ahí. Giró rápidamente sobre sus talones y antes de que pudiera siquiera tocar la puerta, escuchó exactamente la vos que no quería oír y temió que sucediera lo que sabía que sucedería.<o:p></o:p>
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— ¿Cómo te atreves a aparecerte por aquí?, fenómeno —gritó una chica al tiempo que se ponía de pie y acomodaba su brilloso cabello castaño con un ligero y coqueto movimiento de su cabeza. Su nombre: Laura; alta, delgada, y con una maravillosa tez morena clara que la asemejaba aun más a una modelo. Y si la gente viviera con la palabra que mejor los describe tatuada en la frente, la suya dictaría Ególatra.<o:p></o:p>
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Intentó ignorarla, y de nuevo se dispuso a empujar la puerta para salir de aquel lugar, y una nueva una vos la detuvo.<o:p></o:p>
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—Así es, Laura quiere una respuesta— habla otra chica. Ambas se habían puesto de pie también. <o:p></o:p>
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Marie y Carolina, las “amigas” cercanas de Laura, es decir, si ser amiga de alguien son sinónimo de seguirla a donde sea como si fueras la mismísima cola del diablo, repetir con palabras similares lo que ella dijo antes, y siempre decirle lo que quiere escuchar cuando pregunta algo y luego quejarse de la manera en que las trata, pero que eso se olvide en el momento en el que te das cuenta de que gracias a su compañía eres popular; entonces ellas son las amigas más fabulosas del mundo. El trío más conocido del colegio. Y claramente lo que buscaban en ese momento era burlarse un rato de ella, y no precisamente que respondiera la pregunta. Pero ignorarlas le pareció mejor opción por el momento, no era amante de llamar la atención de las personas, y en un lugar tan lleno como la cafetería todo lo que sucedía, todos lo sabrían, y eso le sumaría mas miradas curiosas de lo normal.<o:p></o:p>
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Así es que, después de un minuto de silencio, descartó ese adorable impulso de caminar hacia ellas y arrancarles cada uno de sus castaños cabellos y empujó al fin la puerta para recibir el aire fresco del exterior de nuevo y comenzar a caminar. El ligero viento que soplaba peinaba su cabello, pero poca atención prestaba a esto y de nuevo pensaba, esta ves, en cuanto tiempo más podría soportar los acosos de Laura. El semestre pasado la había soportado, pero ya no creía lograr suprimir esas ganas de hundir su puño en aquella cara llena de hipocresía. Apenas se cumplía la primera semana del nuevo semestre y ya no la soportaba, era una batalla que ninguna ganaría. Y que ella jamás había deseado que comenzara, es decir, ¿acaso pidió ser la compañera de trabajo el novio de Laura en el proyecto “mama y papa” de la clase de ética? Era sólo una tarea, cuidar a un estúpido muñeco. Pero el rencor no estaba concentrado en sólo ese suceso, no, también la acusaba de que él terminara con ella apenas termino el proyecto. Probablemente pensaba que la odiaba o envidiaba en tal magnitud que había influenciado a Bob para que terminase con ella. Por supuesto nada de eso era verdad. Pero el rencor de Laura hacía ella crecía cada día.<o:p></o:p>
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Mas adelante había una de las hojas en el piso, Pero a medida que se acercaba, más llamaba su atención… No recordaba haber guardado un dibujo entre aquellas hojas… menos haber hecho alguno ella misma. <o:p></o:p>
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Paró en seco frente la hoja, no era algo a lo que ella llamaría con exactitud Artísticos, era un plano. Se inclinó para tomarlo, pero al hacer esto su falda se alzó con ayuda de una pequeña brisa, y por instinto llevó sus manos a bajarla; pero en el proceso soltó las hojas que había acumulado hasta el momento, acción por completo inútil, pues el estacionamiento parecía desierto, pero pensó en la mala suerte de la cual siempre gozaba y decidió cuidar que su falda no se volviera a alzar.<o:p></o:p>
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Maldijo una y otra ves al viento mientras pisaba las hojas que aun seguían en el piso, a causa de una brisa menor, para luego tomarlas con la mano que no se encontraba sosteniendo la parte trasera de su falda, y odió más que nunca el uniforme de la escuela. <o:p></o:p>
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Ya casi terminaba con todas, cuando vio de nuevo el dibujo. Llamó su atención igual o más poderosamente. Se acercó lentamente, temiendo que sus pasos provocarán la brisa suficiente como para alejarlo, y se percató de la firma que tenía en una de las esquinas inferiores; definitivamente no era la suya, ni la de su madre… Se inclinó de nuevo para tomarla, esta ves sosteniendo firmemente su falda, pero el viento la había elegido ese día a ella para jugar y, con una fuerte ráfaga levanto la hoja por el aire, la vio alejarse y corrió tras ella. Quería ver el nombre de la persona que había hecho aquel dibujo, no entendía qué hacía aquella hoja entre las de su carpeta. <o:p></o:p>
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Corría muy rápido, empujada por el viento, aun tenía una de sus manos el pendiente de que su falda no se alzara, mientras la otra la estiraba en lo alto tratando de alcanzar la hoja. Se empezaba a agotar, pero no le importaba, ella quería esa hoja. Continuó corriendo, el viento empezó a disminuir lentamente y cada vez se encontraba más cerca del misterioso dibujo. Más cerca… mas cerca… y… el mundo pareció moverse por completo, o eso creyó hasta que sus ojos veían otra cosa más que el grisáceo color del pavimento y su boca se encontraba besándolo, literalmente hablando. Había caído.<o:p></o:p>
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Sintió un punzante dolor en ambas rodillas, seguido de la vergüenza, y en seguida, dolor en varias partes más de su cuerpo. Alzó ligeramente su cabeza para asegurarse de que nadie hubiera presenciado tan penosa caída, y lo vio: como una tierna disculpa de parte del viento por tan mala jugarreta, el dibujo se encontraba a su alcance. Sin pensarlo aceptó la disculpa tomando el dibujo en sus manos. Se giró y alzó el dibujo hacía el cielo para verlo mejor.<o:p></o:p>
—Es un bonito dibujo— dijo para sí misma. Miró hacia la esquina en la cual se encontraba la firma. Pero lo único que entendía de aquellas letras amontonadas era una letra. Se dio por vencida y bajó el dibujo. —Lo bueno es que al parecer nadie me vio—habló de nuevo a la nada. —Debo de verme patética…--exclamó, para luego cerrar los ojos, intentando lidiar con el dolor de sus rodillas, principalmente. <o:p></o:p>
—Yo no diría patética…—comentó una vos cerca de ella, quien con gran sorpresa abrió los ojos y vio un par de zapatos cerca de su hombro derecho.—Yo diría más bien… adolorida.<o:p></o:p>