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Bueno, éste es mi primer fic en esta comunidad, lo estoy escribiendo sobre la marcha, espero que os gusteee ^^
Por fin había llegado el día.
No podía creer que la gira había terminado, y menos aún, que estaría de vacaciones con el grupo durante cuatro largos meses. Debo reconocer que al principio no me llamó demasiado la atención, pues no resulta agradable tener que gastar tu verano rodeado de cuatro personas con las que has estado los dos últimos años.
En cambio, ya no los veía como simples compañeros. Eran parte de mi familia, y aunque me cueste aceptarlo, me encantaba pasar las horas junto a ellos.
El merecido descanso se celebraría en el sur de Estados Unidos, nada más y nada menos que en Florida. Días interminables de sol y playa, fiestas nocturnas, y probablemente, algún ligue de la región. La verdad es que no me apetecía nada coquetear con ninguna chica, y eso que Frank quería poner todo su empeño en ello. Desde que lo dejó con Jamia, las cosas han cambiado por completo, y aunque siga siendo el Frank de siempre, algo me dice que continua molesto.
-¡Florida, allá vamos! – gritó Bob entusiasmado – quiero habitación propia.
-¿Habitación propia para qué, Robert? – Preguntó Frank levantando las cejas – ¿Estás necesitado, no es cierto?
-¡Cállate! – Bob le tiró uno de sus zapatos a la cabeza. Supongo que no hace falta decir que Frank adoraba enfadar a Bob.
-Como estéis así durante las vacaciones… - amenazó Ray – no me haré responsable de mis actos. Quiero tener unos meses de relajación, sin vuestras tonterías a ser posible.
-Lo que tu digas Ray, lo que tu digas – Frank rió escandalosamente, dando a entender que haría todo lo posible para molestar a Ray también.
El viaje se hizo interminable, pero gracias a Dios todos nos quedamos dormidos. Eran ya las ocho y media de la tarde, el sol casi había desaparecido, y Worm, esperaba de pie junto a la puerta. Cogimos nuestros equipajes aún medio dormidos, y entramos al lugar donde nos hospedaríamos durante toda la estancia. Debido a la poca luz apenas pude diferenciar nada, sólo que era una casa enorme del color de la cal con muchas ventanas de madera. Allí esperaba Brian, nuestro manager, contento por vernos sanos y salvos.
-Creía que no vendríais – se adueñó de mi maleta y se dirigió a las escaleras para mostrarnos nuestras habitaciones. Por suerte, Dios escuchó a Bob y todos tuvimos una propia. – Descansad todo lo que queráis y dormid hasta la hora de comer. Sólo me queda deciros que disfrutéis al máximo.
-Vale ¿podemos dormir ya? – preguntó Mikey con las manos en la cabeza – estoy muerto.
-¿No pensáis cenar? – dijo Brian abriendo los brazos – ¡Vamos! Vuestra primera cena como personas normales. – se observaron entre sí y aceptaron a regañadientes.
-Oye, no me apetece cenar – le dije a Brian – no me encuentro muy bien, mañana hablamos.
-Como quieras Gerard, si quieres algo ya sabes – afirmé con la cabeza, y luego, me metí en mi habitación.
Me deshice de la ropa rápidamente y busqué el pijama. Pronto caí rendido en un largo sueño del que sólo el hambre me pudo despertar.
Ahora que el sol se había colado por la ventana, podía apreciar con mayor facilidad todo lo que me rodeaba. Me encontraba sobre una cama de matrimonio cubierta por una fina colcha blanca, y las paredes de alrededor, tenían un toque de azul, gris, y blanco. En general era un cuarto bastante moderno, aunque con toques rústicos en las mesas y sillas.
Fui al baño donde me di una ducha, y sin ninguna prisa, me vestí con lo más cómodo que saqué de la maleta. Increíblemente eran las nueve y media de la mañana, y no se escuchaba ningún ruido en el piso de abajo. Cuando quise buscar algo de café en la cocina me llevé una gran sorpresa. No había absolutamente nada. Ni café, ni leche, ni siquiera cereales. Bufé por lo bajo y subí en busca de dinero.
Cuando salí a la calle pude diferenciar a lo lejos una cafetería. Me acerqué a paso ligero, evitando la mirada de aquellos que dudaban en preguntarme si era Gerard Way.
Procuré buscar una mesa alejada, pero todas estaban cogidas. Opté por acercarme a la barra, donde sólo había un tipo con pinta de camionero comiéndose un buen bocadillo de algún embutido.
-Preciosa, ponme algo más de café – aquel tipo le guiñó el ojo y le señaló la taza de café. La chica se acercó sin muchas ganas y obedeció al cliente.
-¡Gerard Way! – escuché a mis espaldas - ¡No me lo puedo creer! ¡Es él! – tierra trágame. Enseguida corrieron como enloquecidas cinco jóvenes con libretas en sus manos. Según lo que me habían contado, habían madrugado para estudiar, ya que aquel día, tenían su último examen. Les deseé suerte y todo eso, más que nada por ser educado y no parecer antipático. Simplemente me molestaba tener que comportarme de aquella manera en vacaciones y a las diez de la mañana.
Cuando todas se fueron, la chica que se encontraba detrás de la barra se quedó un buen rato observándome.
-¿Tú también quieres un autógrafo? – pregunté levantando las cejas
-¿Qué te hace pensar que quiero uno?
-La forma en la que me miras.
-Es que no tengo todo mi tiempo para ti, así que dime qué quieres que te sirva para poder seguir con mi trabajo.
-Espera ¿crees que yo las he llamado?
-Olvídalo. ¿Sólo o con leche?
-No, vamos, dímelo.
-Cuando lo tengas decidido me avisas – se retiró del lugar y atendió en otra mesa.
-No le hagas caso – dijo enseguida un chico sirviéndome café - ¿Sólo? – Afirmé con la cabeza y dejé que continuara – Siempre es así con los nuevos “vecinos”.
-Pues menuda bienvenida – dije con asco – menuda bienvenida…
Por fin había llegado el día.
No podía creer que la gira había terminado, y menos aún, que estaría de vacaciones con el grupo durante cuatro largos meses. Debo reconocer que al principio no me llamó demasiado la atención, pues no resulta agradable tener que gastar tu verano rodeado de cuatro personas con las que has estado los dos últimos años.
En cambio, ya no los veía como simples compañeros. Eran parte de mi familia, y aunque me cueste aceptarlo, me encantaba pasar las horas junto a ellos.
El merecido descanso se celebraría en el sur de Estados Unidos, nada más y nada menos que en Florida. Días interminables de sol y playa, fiestas nocturnas, y probablemente, algún ligue de la región. La verdad es que no me apetecía nada coquetear con ninguna chica, y eso que Frank quería poner todo su empeño en ello. Desde que lo dejó con Jamia, las cosas han cambiado por completo, y aunque siga siendo el Frank de siempre, algo me dice que continua molesto.
-¡Florida, allá vamos! – gritó Bob entusiasmado – quiero habitación propia.
-¿Habitación propia para qué, Robert? – Preguntó Frank levantando las cejas – ¿Estás necesitado, no es cierto?
-¡Cállate! – Bob le tiró uno de sus zapatos a la cabeza. Supongo que no hace falta decir que Frank adoraba enfadar a Bob.
-Como estéis así durante las vacaciones… - amenazó Ray – no me haré responsable de mis actos. Quiero tener unos meses de relajación, sin vuestras tonterías a ser posible.
-Lo que tu digas Ray, lo que tu digas – Frank rió escandalosamente, dando a entender que haría todo lo posible para molestar a Ray también.
El viaje se hizo interminable, pero gracias a Dios todos nos quedamos dormidos. Eran ya las ocho y media de la tarde, el sol casi había desaparecido, y Worm, esperaba de pie junto a la puerta. Cogimos nuestros equipajes aún medio dormidos, y entramos al lugar donde nos hospedaríamos durante toda la estancia. Debido a la poca luz apenas pude diferenciar nada, sólo que era una casa enorme del color de la cal con muchas ventanas de madera. Allí esperaba Brian, nuestro manager, contento por vernos sanos y salvos.
-Creía que no vendríais – se adueñó de mi maleta y se dirigió a las escaleras para mostrarnos nuestras habitaciones. Por suerte, Dios escuchó a Bob y todos tuvimos una propia. – Descansad todo lo que queráis y dormid hasta la hora de comer. Sólo me queda deciros que disfrutéis al máximo.
-Vale ¿podemos dormir ya? – preguntó Mikey con las manos en la cabeza – estoy muerto.
-¿No pensáis cenar? – dijo Brian abriendo los brazos – ¡Vamos! Vuestra primera cena como personas normales. – se observaron entre sí y aceptaron a regañadientes.
-Oye, no me apetece cenar – le dije a Brian – no me encuentro muy bien, mañana hablamos.
-Como quieras Gerard, si quieres algo ya sabes – afirmé con la cabeza, y luego, me metí en mi habitación.
Me deshice de la ropa rápidamente y busqué el pijama. Pronto caí rendido en un largo sueño del que sólo el hambre me pudo despertar.
Ahora que el sol se había colado por la ventana, podía apreciar con mayor facilidad todo lo que me rodeaba. Me encontraba sobre una cama de matrimonio cubierta por una fina colcha blanca, y las paredes de alrededor, tenían un toque de azul, gris, y blanco. En general era un cuarto bastante moderno, aunque con toques rústicos en las mesas y sillas.
Fui al baño donde me di una ducha, y sin ninguna prisa, me vestí con lo más cómodo que saqué de la maleta. Increíblemente eran las nueve y media de la mañana, y no se escuchaba ningún ruido en el piso de abajo. Cuando quise buscar algo de café en la cocina me llevé una gran sorpresa. No había absolutamente nada. Ni café, ni leche, ni siquiera cereales. Bufé por lo bajo y subí en busca de dinero.
Cuando salí a la calle pude diferenciar a lo lejos una cafetería. Me acerqué a paso ligero, evitando la mirada de aquellos que dudaban en preguntarme si era Gerard Way.
Procuré buscar una mesa alejada, pero todas estaban cogidas. Opté por acercarme a la barra, donde sólo había un tipo con pinta de camionero comiéndose un buen bocadillo de algún embutido.
-Preciosa, ponme algo más de café – aquel tipo le guiñó el ojo y le señaló la taza de café. La chica se acercó sin muchas ganas y obedeció al cliente.
-¡Gerard Way! – escuché a mis espaldas - ¡No me lo puedo creer! ¡Es él! – tierra trágame. Enseguida corrieron como enloquecidas cinco jóvenes con libretas en sus manos. Según lo que me habían contado, habían madrugado para estudiar, ya que aquel día, tenían su último examen. Les deseé suerte y todo eso, más que nada por ser educado y no parecer antipático. Simplemente me molestaba tener que comportarme de aquella manera en vacaciones y a las diez de la mañana.
Cuando todas se fueron, la chica que se encontraba detrás de la barra se quedó un buen rato observándome.
-¿Tú también quieres un autógrafo? – pregunté levantando las cejas
-¿Qué te hace pensar que quiero uno?
-La forma en la que me miras.
-Es que no tengo todo mi tiempo para ti, así que dime qué quieres que te sirva para poder seguir con mi trabajo.
-Espera ¿crees que yo las he llamado?
-Olvídalo. ¿Sólo o con leche?
-No, vamos, dímelo.
-Cuando lo tengas decidido me avisas – se retiró del lugar y atendió en otra mesa.
-No le hagas caso – dijo enseguida un chico sirviéndome café - ¿Sólo? – Afirmé con la cabeza y dejé que continuara – Siempre es así con los nuevos “vecinos”.
-Pues menuda bienvenida – dije con asco – menuda bienvenida…
