Hola!! Bueno, hace tiempo ke tenia ganaz de publikar este fik... pero me daba fiaka xD, espero ke les utehh! n.n
Bueno, supongo que todo esto comienza exactamente el día en que ellos se conocieron, aunque para contar bien contada esta historia debo empezar un poco antes.
Era 11 de Diciembre, el tibio sol de una fría mañana de invierno brillaba bajo en el firmamento a pesar de ser casi el mediodía. Para entrar en la historia, vamos a situarnos bien en ese lugar. Era una plaza enorme, con todo el césped cubierto de blanca escarcha. Los juegos estaban inmóviles y los árboles sólo emitían un leve crujido de vez en cuando al caer la nieve que los cubría al suelo. Lo cierto es que ni pájaros había, dado que el grupo migratorio estaría en el sur en ese momento.
Estaba simplemente desolado, a excepción de dos hombres.
Eran hermanos, para dar más detalles. El mayor de ellos no tendría más de treinta años, mientras que el menor no pasaría los veintisiete. Caminaban juntos con las manos en los bolsillos, sumidos en el silencio, por el bordillo asfaltado que rodeaba el césped cubierto de hielo y escarcha, hasta que el mayor lo rompió.
- Me molesta. - Inquirió, como si en verdad sólo estuviera pensando en voz alta. El otro lo miró interrogante. - Ella. Que sea así. No puede ser tan egoísta. Al principio creí que realmente me quería, pero luego solo resultó ser que lo que realmente quería era mi dinero. ¡Como si el dinero realmente me importara! - Soltó un bufido de exasperación. Realmente no esperaba respuesta por parte de su hermano, pero aún así la obtuvo.
- Divórciate. - Fue la simple contestación.
Divorcio. Eso era lo que Gerard Way había estado temiendo todo el tiempo. Desde que había pisado el altar tres meses antes y había dicho "Sí, quiero", la palabra divorcio lo acosaba continuamente. Él no quería eso. La había elegido a ella para pasar el resto de su vida, para no fracasar como había visto tantas veces a tantas personas, pero, aparentemente, no había sido todo perfecto.
Desde el comienzo, su nueva esposa, la famosa bajista Lindsey Ann Ballato, mejor conocida como Lyn-Z, había demostrado ser algo fría, algo distante. Él no se había preocupado; lo había asociado todo a la vida difícil que llevaban, en algunas ocasiones él también caía en pozo depresivo y se portaba como todo un huraño, pero luego esa frialdad se volvió permanente. En las últimas semanas a duras penas se miraban a la cara, él solo era quien ponía el dinero, nada más. Hasta había intentado inducirlo nuevamente a las drogas y el alcohol, con lo mucho que le había costado dejarlo. Y allí, aquella mañana de Diciembre en la que estaba tremendamente desesperado y había llamado a su hermano Michael para tener alguien con quien hablar, se presentaba aquella simple y a la vez aterradora solución que había estado rehuyendo desde el mismo momento en el que se dio cuenta de que lo suyo con Lyn no funcionaría.
Y allí estábamos de nuevo. Divorcio.
- ¿Tu crees? - Todo lo que obtuvo fue silencio. - ¡Vamos! Como si realmente me fuera a conceder el divorcio así como así. Mikey, tu conoces a Lyn, ella no cederá, jamás estaría dispuesta a perder a su famoso y rico esposo.
- Lo sé, pero... ¿Qué otra opción te queda? Acéptalo, Gee, lo tuyo con ella estaba claro desde el principio. La verdad es que no comprendo como acabaste casándote con ella... - Reprochó su hermano.
Siguieron caminando en silencio. Gerard vestía un jean negro y una cazadora de cuero con cuello alto, además tenía calada una boina negra hasta las ojeras para protegerse del frío. Mikey llevaba un pantalón negro simple y un suéter gris. Ambos con el cabello de un negro insondable, aunque Mikey con los ojos del color del caramelo fundido y los de Gee con un tono verde-dorado oliváceo muy vistoso y atractivo.
Aquel fue el primer hecho que marcó un antes y un después en la vida de Gerard Arthur Way, porque, aunque jamás se lo comunicó a su hermano Michael, había tomado una decisión, una decisión de la cual jamás llegaría a arrepentirse.
Un mes después, exactamente el 31 de Enero de 2008, Gerard y Lyn habían iniciado los trámites del divorcio y en tres semanas él sería nuevamente un hombre libre.
Pero mientras tanto, había caído en una nueva depresión. Él y su hermano Mikey tenían, junto con Raymond Toro, Bob Bryar y Frank Iero, una banda reconocida mundialmente: My Chemical Romance. Estaban efectuando una gira a través de Sudamérica, pero habían tenido que viajar sin Frankie, dado de un pariente suyo, un tío, según entendía Gee, estaba gravemente enfermo en el hospital. Aún así, el show debe continuar, pero antes de seguir con su gira, habían hecho una parada de tiempo indefinido en Nueva York para acompañar a Frankie con su familia.
En el transcurso de la gira, Gee y Lyn se habían separado; ella había vuelto a su departamento y Gee se había quedado con el que compartían, aunque pensaba venderlo.
Aquel día, 1 de Febrero, Gee estaba sentado en un banco en la misma plaza en la cual él y su hermano habían hablado a cerca de su matrimonio un mes atrás. Estaba esperándolo, pero, por alguna extraña razón, Mikey se retrasaba.
Finalmente llegó, con una bufanda alrededor del cuello y guantes en las manos, parecía bastante enojado.
- ¿Qué sucedió? – Inquirió Gee, preocupado.
- Tuve una discusión con Alicia, nada fuera de lo normal. – Mikey se obligó a sonreír.
- Me refiero a qué sucedió con Frankie, ¿Se sabe algo de su tío?
- Ah... Sí... Ray acaba de llamarme, parece que está peor y quiere que nos encontremos los cinco en el hospital. – Gee asintió con la cabeza.
No necesitaba decir nada más. Él sabía muy bien como era el asunto; también habían pasado por eso, todos ellos.
Los hermanos Way se dirigieron al hospital en el que se internaba el tío de Frankie, tenía cáncer o algo por el estilo y la verdad es que no estaba reaccionando bien a la quimioterapia. En honor a él habían compuesto la canción “Cancer” de su último CD.
Se dirigieron al hospital en el auto de Mikey. Era un Audi S3, ostentoso realmente.
Llegaron en menos de quince minutos, justo a tiempo para el horario de visita, aunque solo habían llegado ellos; Bob y Ray aún no habían aparecido.
Frankie estaba solo, sentado en una de las sillas de espera del pasillo, con la cabeza gacha y las manos entrelazadas sobre su regazo. Estaba más pálido que de costumbre, con su cabello negro todo despeinado y sus enormes ojos color verde jade estaban surcados por unas profundas ojeras malva.
- ¡Chicos! – Su voz era ronca y áspera, como si no hubiese hablado mucho últimamente. Se puso de pie en cuanto vio a ambos hermanos acercarse. Parado tenía un aspecto aún más desmejorado y empobrecido si es que era posible, como si no hubiese dormido o visto siquiera la luz del sol en días.
- Frankie, ¿Qué te pasó? – Se asombró Gee por el tan radical cambio de su amigo. No hacía mucho que lo había visto por última vez y lucía bien, no como ahora.
- El doctor... el doctor Morgan tiene que estar por venir... él quiere hablarme sobre el tratamiento... – Frankie ignoró la pregunta distraídamente, parecía no haberla oído. Gee y Mikey intercambiaron una mirada preocupada. Cuando el segundo estaba por preguntar algo más con respecto a su decadencia, llegó el médico.
- ¿Familiares del señor Iero? – Llamó. Tenía voz profunda y agradable. Era un hombre joven, no llegaría a los cuarenta años, pero tenía aspecto profesional.
- Yo, doctor, ¿Alguna novedad? – Frankie se adelantó apresuradamente, restregándose las manos nervioso.
- En realidad, casi ninguna. Prácticamente no reacciona al tratamiento de quimioterapia. Haremos unas pruebas más, pero, si no reacciona, temo que ya no podremos hacer nada... – El silencio reinó durante unos segundos.
- ¿Cuánto tiempo le queda, doctor? – Preguntó Gee, intuyendo la pregunta de Frankie, quien no podía hablar siquiera a causa de la impresión.
- Si nada sucede, como tememos, entonces no mucho. Con suerte un mes o dos. Lo siento, debo irme, tengo que atender a otros pacientes, con permiso.
Y con una inclinación de cabeza, el médico desapareció por el corredor.
Mikey y Gee se miraron. Sabían por lo que estaba atravesando Frankie. Su tío era para él lo que Elena había sido para ellos, y sabían, por experiencia propia, lo que era sufrir por un familiar querido que está en las puertas de la muerte. Por lo menos él tenía la suerte de pasar a su lado los últimos momentos; Gee y Mikey no habían podido y realmente lo lamentaban muchísimo.
And I don't think that you know what you've been missing,
Cause I don't think that you know what you've been missing.
And I don't think that you know,
I said I don't think that you know,
I said I don't think that you know
what you've been missing.
Rápidamente, Sarah dio la vuelta por el atestado corredor del hospital. Llegaba tarde. Muy tarde.
Eran las cuatro menos veinte y se suponía que tenía que llegar con Summer a las tres y media. Realmente iba tarde.
Sarah Hunter era una chica que atraía miradas. No por ser especialmente bella, o exótica o, simplemente, extraña, sino por su ropa. Siempre andaba vestida con colores brillantes y alegres que no combinaban ninguno con ninguno, aunque todo se debía a su empleo.
Era algo así como “animadora”, si puede llamársele. Iba de voluntaria al hospital con Summer para animar a los niños enfermos. Aquel día le tocaba leerle cuentos a niños enfermos de cáncer que atravesaban su estadía en el hospital. En su opinión, eran niños muy valientes, en su lugar ella hubiese llorado, chillado, pataleado y hecho un tremendo berrinche hasta poder volver a su casa.
Se apresuró aún más, llevándose por delante a un par de enfermeras que transportaban una camilla en el trayecto.
En ese momento llevaba puesta una pollera larga y amplia de color amarillo chillón y rosa chicle, unas medias moradas con lunares verdes y una camisa anaranjada con las mangas azules eléctricas, realmente ridícula. De su brazo derecho colgaba una bolsa repleta de juguetes, crayones, libros de cuentos y para colorear con los cuales animar a los niños, y si no se apresuraba y llegaba pronto, Mer la colgaría.
Luego de un rato en el cual Mikey y Gee acompañaron en silencio a Frankie, mientras éste asimilaba la noticia, llegaron Bob y Ray.
- Chicos, ¿Qué pasó? ¿Por qué llegaron tan tarde? – Preguntó Mikey tras saludarlos.
- Lo siento. El lado Oeste de la ciudad es un infierno, está lleno de tráfico y no pudimos llegar antes. – Se disculpó Ray, clavando la mirada en Frankie. Era alto, el más alto de los cinco, con cabello rizado color castaño oscuro, casi negro, y ojos café.
- ¿Ya hablaron con el médico? – Preguntó Bob, preocupado. Él era rubio, llevando el cabello liso y por el mentón, ojos azules realmente brillantes y barba insipiente.
- Sí, aparentemente no hay mucho por hacer; si no reacciona a la quimioterapia... – Gee no pudo continuar, aunque el resto captó el significado de aquella frase inconclusa. – Iré a la cafetería que está aquí a la vuelta por algo de Starbucks, ¿Alguno quiere algo? – Hubo una negativa general y Gee se dio media vuelta para irse.
No había dado ni dos pasos cuando chocó de lleno con alguien, cayendo ambos al suelo.
“Apresúrate, apresúrate.”, se repetía Sarah una y otra vez.
No podía llegar tarde, no de nuevo. Si lo hacía la doctora Carter la despediría y Mer no confiaría en ella nunca más. Debía llegar en ese instante o sino...
Siguió corriendo sin fijarse por donde iba siquiera, simplemente concentrada en que debía doblar por el próximo corredor a la derecha. Así lo hizo y divisó a la doctora Carter al final del pasillo, parada con cara de muy pocos amigos frente a la puerta de la sala de infantes.
“Oh, oh...” pensó, y en su apuro por llegar hasta ella chocó de lleno con uno de los cinco chicos que estaban parados en medio del corredor. El desastre fue tremendo. Ambos cayeron al piso, al igual que la bolsa llena de juguetes, que salió volando y terminó abierta y con todo su contenido desparramado por el suelo.
La chica con la que había chocado, porque era una chica, repetía una y otra vez las palabras “No puede ser”, aparentemente bastante angustiada. A Gee le dio mucha lástima, parecía tener un serio problema y se veía muy agobiada.
- ¿Estás bien? – Preguntó, comenzando a ayudarla a juntar todos los juguetes desparramados por el piso. Estaba vestida de una manera ridícula y no pudo más que sonreír al verla, aunque pareciera que estaba a punto del colapso nervioso.
- Sí, si, ¿Podrías ayudarme con todo esto, por favor? – Pidió con voz amable, sin mirarlo siquiera, tan solo preocupada en recoger todo. - ¡Qué desastre, Dios mío! La doctora Carter va a degollarme...
- Tranquila, esto ya casi está. – Gee recogió el último libro para colorear del suelo y lo metió dentro del bolso. Luego le tendió una mano, a la cual ella se aferró, ayudándola a ponerse de pie.
- Lo siento mucho... yo... oh, soy tan torpe. – Se lamentó ella. – Muchas gracias por ayudarme. Adiós.
Con algo mas de brusquedad de la que pretendía, ella le quitó la bolsa de las manos, se la colgó al hombro y comenzó a emprender la retirada.
- Espera... – Llamó Gee. - ¿Trabajas aquí? – Ella sonrió.
- Sí, le leo a niños enfermos, pero ya llego tarde y creo que me despedirán. – Sonrió a medias.
Era bonita y su rostro era muy blanco, no pálido, sino blanco, blanco como la nieve, la harina o el azúcar. Con cabello largo por un poco arriba de la clavícula de color negro insondable, liso y llevando un flequillo hasta el mentón que le cubría el ojo derecho, el izquierdo era de un color completamente impresionante, indefinido, entre el verde muy claro y el celeste algo oscuro pero sin llegar a ser ninguno de los dos, sus labios tenían forma de corazón y eran pequeños pero carnosos y, para rematarla, tenía una graciosa naricilla de elfo, pequeña y respingada.
- ¿Cómo te llamas? – Preguntó con amabilidad.
- Eh... Gerard Way, o Gee, si prefieres. – Se sintió algo incómodo, no era normal que la gente no conociera su nombre, dado su fama y tal.
- Mucho gusto. Bueno, Gee, debo irme o me despellejarán viva.
- Espera, no me has dicho tu nombre. – La detuvo él, tomándola del antebrazo y mirándola a los ojos.
- Oh... puedes llamarme como quieras...
- Ehmm... ¿Azúcar? – Preguntó él con sorna, alzando una ceja y componiendo una media sonrisa.
- Llámame así. ¡Adiós, George! – Exclamó, alejándose corriendo y con el bolso balanceándose en su hombro.
- ¡SARAH DINNA HUNTER! ¿Dónde demonios se supone que estabas, jovencita? ¡Deberías haber llegado hace más de veinte minutos!
Gee sonrió, divertido. ¿Así que Sarah, eh? Y con una risilla ahogada, se dirigió a la salida a comprar su café, ignorando las miradas incrédulas de sus amigos.
Bueno... eso es todo! Bezoz de Caramelo y Nueces!!
Jessie_Hyuuga...
*Kizukeba Itsudemo Soba Ni Irukeredo, Hanto Wa Kirai? Suki? Mousou Nano?*
UNO
YOUR OWN DISASTER.
YOUR OWN DISASTER.
11 de Diciembre de 2007.
Just think of this and me as just a,
few of the many things,
to lie around to clutter up your shelves,
And I wish you wouldn't walk away cause,
There's some things that i'd like to say to you...
few of the many things,
to lie around to clutter up your shelves,
And I wish you wouldn't walk away cause,
There's some things that i'd like to say to you...
Bueno, supongo que todo esto comienza exactamente el día en que ellos se conocieron, aunque para contar bien contada esta historia debo empezar un poco antes.
Era 11 de Diciembre, el tibio sol de una fría mañana de invierno brillaba bajo en el firmamento a pesar de ser casi el mediodía. Para entrar en la historia, vamos a situarnos bien en ese lugar. Era una plaza enorme, con todo el césped cubierto de blanca escarcha. Los juegos estaban inmóviles y los árboles sólo emitían un leve crujido de vez en cuando al caer la nieve que los cubría al suelo. Lo cierto es que ni pájaros había, dado que el grupo migratorio estaría en el sur en ese momento.
Estaba simplemente desolado, a excepción de dos hombres.
Eran hermanos, para dar más detalles. El mayor de ellos no tendría más de treinta años, mientras que el menor no pasaría los veintisiete. Caminaban juntos con las manos en los bolsillos, sumidos en el silencio, por el bordillo asfaltado que rodeaba el césped cubierto de hielo y escarcha, hasta que el mayor lo rompió.
- Me molesta. - Inquirió, como si en verdad sólo estuviera pensando en voz alta. El otro lo miró interrogante. - Ella. Que sea así. No puede ser tan egoísta. Al principio creí que realmente me quería, pero luego solo resultó ser que lo que realmente quería era mi dinero. ¡Como si el dinero realmente me importara! - Soltó un bufido de exasperación. Realmente no esperaba respuesta por parte de su hermano, pero aún así la obtuvo.
- Divórciate. - Fue la simple contestación.
And I don't think that you know what you've been missing
Cause I don't think that you know what you've been missing.
Cause I don't think that you know what you've been missing.
Divorcio. Eso era lo que Gerard Way había estado temiendo todo el tiempo. Desde que había pisado el altar tres meses antes y había dicho "Sí, quiero", la palabra divorcio lo acosaba continuamente. Él no quería eso. La había elegido a ella para pasar el resto de su vida, para no fracasar como había visto tantas veces a tantas personas, pero, aparentemente, no había sido todo perfecto.
Desde el comienzo, su nueva esposa, la famosa bajista Lindsey Ann Ballato, mejor conocida como Lyn-Z, había demostrado ser algo fría, algo distante. Él no se había preocupado; lo había asociado todo a la vida difícil que llevaban, en algunas ocasiones él también caía en pozo depresivo y se portaba como todo un huraño, pero luego esa frialdad se volvió permanente. En las últimas semanas a duras penas se miraban a la cara, él solo era quien ponía el dinero, nada más. Hasta había intentado inducirlo nuevamente a las drogas y el alcohol, con lo mucho que le había costado dejarlo. Y allí, aquella mañana de Diciembre en la que estaba tremendamente desesperado y había llamado a su hermano Michael para tener alguien con quien hablar, se presentaba aquella simple y a la vez aterradora solución que había estado rehuyendo desde el mismo momento en el que se dio cuenta de que lo suyo con Lyn no funcionaría.
Y allí estábamos de nuevo. Divorcio.
And I tell you to forget,
The marks you left across my neck,
From those nights when we were both found at our best.
The marks you left across my neck,
From those nights when we were both found at our best.
- ¿Tu crees? - Todo lo que obtuvo fue silencio. - ¡Vamos! Como si realmente me fuera a conceder el divorcio así como así. Mikey, tu conoces a Lyn, ella no cederá, jamás estaría dispuesta a perder a su famoso y rico esposo.
- Lo sé, pero... ¿Qué otra opción te queda? Acéptalo, Gee, lo tuyo con ella estaba claro desde el principio. La verdad es que no comprendo como acabaste casándote con ella... - Reprochó su hermano.
Siguieron caminando en silencio. Gerard vestía un jean negro y una cazadora de cuero con cuello alto, además tenía calada una boina negra hasta las ojeras para protegerse del frío. Mikey llevaba un pantalón negro simple y un suéter gris. Ambos con el cabello de un negro insondable, aunque Mikey con los ojos del color del caramelo fundido y los de Gee con un tono verde-dorado oliváceo muy vistoso y atractivo.
Aquel fue el primer hecho que marcó un antes y un después en la vida de Gerard Arthur Way, porque, aunque jamás se lo comunicó a su hermano Michael, había tomado una decisión, una decisión de la cual jamás llegaría a arrepentirse.
Now I could make this obvious,
and you, you could deny me all in one breath,
you could stroke me off your shoulders.
and you, you could deny me all in one breath,
you could stroke me off your shoulders.
Un mes después, exactamente el 31 de Enero de 2008, Gerard y Lyn habían iniciado los trámites del divorcio y en tres semanas él sería nuevamente un hombre libre.
Pero mientras tanto, había caído en una nueva depresión. Él y su hermano Mikey tenían, junto con Raymond Toro, Bob Bryar y Frank Iero, una banda reconocida mundialmente: My Chemical Romance. Estaban efectuando una gira a través de Sudamérica, pero habían tenido que viajar sin Frankie, dado de un pariente suyo, un tío, según entendía Gee, estaba gravemente enfermo en el hospital. Aún así, el show debe continuar, pero antes de seguir con su gira, habían hecho una parada de tiempo indefinido en Nueva York para acompañar a Frankie con su familia.
En el transcurso de la gira, Gee y Lyn se habían separado; ella había vuelto a su departamento y Gee se había quedado con el que compartían, aunque pensaba venderlo.
Aquel día, 1 de Febrero, Gee estaba sentado en un banco en la misma plaza en la cual él y su hermano habían hablado a cerca de su matrimonio un mes atrás. Estaba esperándolo, pero, por alguna extraña razón, Mikey se retrasaba.
Finalmente llegó, con una bufanda alrededor del cuello y guantes en las manos, parecía bastante enojado.
- ¿Qué sucedió? – Inquirió Gee, preocupado.
- Tuve una discusión con Alicia, nada fuera de lo normal. – Mikey se obligó a sonreír.
- Me refiero a qué sucedió con Frankie, ¿Se sabe algo de su tío?
- Ah... Sí... Ray acaba de llamarme, parece que está peor y quiere que nos encontremos los cinco en el hospital. – Gee asintió con la cabeza.
No necesitaba decir nada más. Él sabía muy bien como era el asunto; también habían pasado por eso, todos ellos.
Los hermanos Way se dirigieron al hospital en el que se internaba el tío de Frankie, tenía cáncer o algo por el estilo y la verdad es que no estaba reaccionando bien a la quimioterapia. En honor a él habían compuesto la canción “Cancer” de su último CD.
Se dirigieron al hospital en el auto de Mikey. Era un Audi S3, ostentoso realmente.
Llegaron en menos de quince minutos, justo a tiempo para el horario de visita, aunque solo habían llegado ellos; Bob y Ray aún no habían aparecido.
Frankie estaba solo, sentado en una de las sillas de espera del pasillo, con la cabeza gacha y las manos entrelazadas sobre su regazo. Estaba más pálido que de costumbre, con su cabello negro todo despeinado y sus enormes ojos color verde jade estaban surcados por unas profundas ojeras malva.
- ¡Chicos! – Su voz era ronca y áspera, como si no hubiese hablado mucho últimamente. Se puso de pie en cuanto vio a ambos hermanos acercarse. Parado tenía un aspecto aún más desmejorado y empobrecido si es que era posible, como si no hubiese dormido o visto siquiera la luz del sol en días.
- Frankie, ¿Qué te pasó? – Se asombró Gee por el tan radical cambio de su amigo. No hacía mucho que lo había visto por última vez y lucía bien, no como ahora.
- El doctor... el doctor Morgan tiene que estar por venir... él quiere hablarme sobre el tratamiento... – Frankie ignoró la pregunta distraídamente, parecía no haberla oído. Gee y Mikey intercambiaron una mirada preocupada. Cuando el segundo estaba por preguntar algo más con respecto a su decadencia, llegó el médico.
- ¿Familiares del señor Iero? – Llamó. Tenía voz profunda y agradable. Era un hombre joven, no llegaría a los cuarenta años, pero tenía aspecto profesional.
- Yo, doctor, ¿Alguna novedad? – Frankie se adelantó apresuradamente, restregándose las manos nervioso.
- En realidad, casi ninguna. Prácticamente no reacciona al tratamiento de quimioterapia. Haremos unas pruebas más, pero, si no reacciona, temo que ya no podremos hacer nada... – El silencio reinó durante unos segundos.
- ¿Cuánto tiempo le queda, doctor? – Preguntó Gee, intuyendo la pregunta de Frankie, quien no podía hablar siquiera a causa de la impresión.
- Si nada sucede, como tememos, entonces no mucho. Con suerte un mes o dos. Lo siento, debo irme, tengo que atender a otros pacientes, con permiso.
Y con una inclinación de cabeza, el médico desapareció por el corredor.
Mikey y Gee se miraron. Sabían por lo que estaba atravesando Frankie. Su tío era para él lo que Elena había sido para ellos, y sabían, por experiencia propia, lo que era sufrir por un familiar querido que está en las puertas de la muerte. Por lo menos él tenía la suerte de pasar a su lado los últimos momentos; Gee y Mikey no habían podido y realmente lo lamentaban muchísimo.
And I don't think that you know what you've been missing,
Cause I don't think that you know what you've been missing.
And I don't think that you know,
I said I don't think that you know,
I said I don't think that you know
what you've been missing.
Rápidamente, Sarah dio la vuelta por el atestado corredor del hospital. Llegaba tarde. Muy tarde.
Eran las cuatro menos veinte y se suponía que tenía que llegar con Summer a las tres y media. Realmente iba tarde.
Sarah Hunter era una chica que atraía miradas. No por ser especialmente bella, o exótica o, simplemente, extraña, sino por su ropa. Siempre andaba vestida con colores brillantes y alegres que no combinaban ninguno con ninguno, aunque todo se debía a su empleo.
Era algo así como “animadora”, si puede llamársele. Iba de voluntaria al hospital con Summer para animar a los niños enfermos. Aquel día le tocaba leerle cuentos a niños enfermos de cáncer que atravesaban su estadía en el hospital. En su opinión, eran niños muy valientes, en su lugar ella hubiese llorado, chillado, pataleado y hecho un tremendo berrinche hasta poder volver a su casa.
Se apresuró aún más, llevándose por delante a un par de enfermeras que transportaban una camilla en el trayecto.
En ese momento llevaba puesta una pollera larga y amplia de color amarillo chillón y rosa chicle, unas medias moradas con lunares verdes y una camisa anaranjada con las mangas azules eléctricas, realmente ridícula. De su brazo derecho colgaba una bolsa repleta de juguetes, crayones, libros de cuentos y para colorear con los cuales animar a los niños, y si no se apresuraba y llegaba pronto, Mer la colgaría.
Luego de un rato en el cual Mikey y Gee acompañaron en silencio a Frankie, mientras éste asimilaba la noticia, llegaron Bob y Ray.
- Chicos, ¿Qué pasó? ¿Por qué llegaron tan tarde? – Preguntó Mikey tras saludarlos.
- Lo siento. El lado Oeste de la ciudad es un infierno, está lleno de tráfico y no pudimos llegar antes. – Se disculpó Ray, clavando la mirada en Frankie. Era alto, el más alto de los cinco, con cabello rizado color castaño oscuro, casi negro, y ojos café.
- ¿Ya hablaron con el médico? – Preguntó Bob, preocupado. Él era rubio, llevando el cabello liso y por el mentón, ojos azules realmente brillantes y barba insipiente.
- Sí, aparentemente no hay mucho por hacer; si no reacciona a la quimioterapia... – Gee no pudo continuar, aunque el resto captó el significado de aquella frase inconclusa. – Iré a la cafetería que está aquí a la vuelta por algo de Starbucks, ¿Alguno quiere algo? – Hubo una negativa general y Gee se dio media vuelta para irse.
No había dado ni dos pasos cuando chocó de lleno con alguien, cayendo ambos al suelo.
Hey, lush have fun it's the weekend
Hey, lush have fun...
Hey, lush have fun...
“Apresúrate, apresúrate.”, se repetía Sarah una y otra vez.
No podía llegar tarde, no de nuevo. Si lo hacía la doctora Carter la despediría y Mer no confiaría en ella nunca más. Debía llegar en ese instante o sino...
Siguió corriendo sin fijarse por donde iba siquiera, simplemente concentrada en que debía doblar por el próximo corredor a la derecha. Así lo hizo y divisó a la doctora Carter al final del pasillo, parada con cara de muy pocos amigos frente a la puerta de la sala de infantes.
“Oh, oh...” pensó, y en su apuro por llegar hasta ella chocó de lleno con uno de los cinco chicos que estaban parados en medio del corredor. El desastre fue tremendo. Ambos cayeron al piso, al igual que la bolsa llena de juguetes, que salió volando y terminó abierta y con todo su contenido desparramado por el suelo.
La chica con la que había chocado, porque era una chica, repetía una y otra vez las palabras “No puede ser”, aparentemente bastante angustiada. A Gee le dio mucha lástima, parecía tener un serio problema y se veía muy agobiada.
- ¿Estás bien? – Preguntó, comenzando a ayudarla a juntar todos los juguetes desparramados por el piso. Estaba vestida de una manera ridícula y no pudo más que sonreír al verla, aunque pareciera que estaba a punto del colapso nervioso.
- Sí, si, ¿Podrías ayudarme con todo esto, por favor? – Pidió con voz amable, sin mirarlo siquiera, tan solo preocupada en recoger todo. - ¡Qué desastre, Dios mío! La doctora Carter va a degollarme...
- Tranquila, esto ya casi está. – Gee recogió el último libro para colorear del suelo y lo metió dentro del bolso. Luego le tendió una mano, a la cual ella se aferró, ayudándola a ponerse de pie.
- Lo siento mucho... yo... oh, soy tan torpe. – Se lamentó ella. – Muchas gracias por ayudarme. Adiós.
Con algo mas de brusquedad de la que pretendía, ella le quitó la bolsa de las manos, se la colgó al hombro y comenzó a emprender la retirada.
- Espera... – Llamó Gee. - ¿Trabajas aquí? – Ella sonrió.
- Sí, le leo a niños enfermos, pero ya llego tarde y creo que me despedirán. – Sonrió a medias.
Era bonita y su rostro era muy blanco, no pálido, sino blanco, blanco como la nieve, la harina o el azúcar. Con cabello largo por un poco arriba de la clavícula de color negro insondable, liso y llevando un flequillo hasta el mentón que le cubría el ojo derecho, el izquierdo era de un color completamente impresionante, indefinido, entre el verde muy claro y el celeste algo oscuro pero sin llegar a ser ninguno de los dos, sus labios tenían forma de corazón y eran pequeños pero carnosos y, para rematarla, tenía una graciosa naricilla de elfo, pequeña y respingada.
- ¿Cómo te llamas? – Preguntó con amabilidad.
- Eh... Gerard Way, o Gee, si prefieres. – Se sintió algo incómodo, no era normal que la gente no conociera su nombre, dado su fama y tal.
- Mucho gusto. Bueno, Gee, debo irme o me despellejarán viva.
- Espera, no me has dicho tu nombre. – La detuvo él, tomándola del antebrazo y mirándola a los ojos.
- Oh... puedes llamarme como quieras...
- Ehmm... ¿Azúcar? – Preguntó él con sorna, alzando una ceja y componiendo una media sonrisa.
- Llámame así. ¡Adiós, George! – Exclamó, alejándose corriendo y con el bolso balanceándose en su hombro.
- ¡SARAH DINNA HUNTER! ¿Dónde demonios se supone que estabas, jovencita? ¡Deberías haber llegado hace más de veinte minutos!
Gee sonrió, divertido. ¿Así que Sarah, eh? Y con una risilla ahogada, se dirigió a la salida a comprar su café, ignorando las miradas incrédulas de sus amigos.
Forget me, it's that simple...
Bueno... eso es todo! Bezoz de Caramelo y Nueces!!
Jessie_Hyuuga...
*Kizukeba Itsudemo Soba Ni Irukeredo, Hanto Wa Kirai? Suki? Mousou Nano?*