“YESTERDAYS”
CAPÍTULO 10.
A la entrada del lugar se encontraba el matrimonio Iero, pero ¿qué era ese lugar? En realidad Paris, con todas las cosas que había pasado en el transcurso del día, no se le había ocurrido preguntar. Solo distinguía unas enormes letras doradas en la parte superior de un edificio de, fácilmente, tres pisos.
-¿Qué es este lugar? – preguntó Paris.
-Ya verás cuando entremos – respondió Gerard tomando nuevamente su mano.
Las tres parejas entraron a lo que Paris pensó sería, algo parecido a una discoteca, pero no era así. Ella jamás había estado en aquel lugar. Claro porque era canadiense y no llevaba mucho tiempo viviendo en aquella enorme ciudad.
Era una especie de restaurante-karaoke, bonito y nada formal, por lo que Paris sintió que una enorme presión caía de sus hombros, pues pensó que la llevarían a un lugar de los elegantes que -según sus pensamientos- frecuentan los artistas famosos.
Se dispusieron en una mesa redonda en una esquina del lugar, los seis en una especie de sillón semicircular con aquellos acabados que iban conforme a la decoración del lugar. Dicho lugar era bastante amplio y Paris pensó que tomaron aquella mesa para que nadie reconociera a sus acompañantes.
Gerard junto a Paris. Ésta junto a Mikey y Amely, quien estaba a un lado de Frank y finalmente Jamia que “cerraba” aquel semicírculo. De manera que Frank quedaba de frente a Paris.
El ambiente era bueno, la plática era amena, las risas no faltaban de ambos lados y de vez en cuando Frank le dirigía una mirada Gerard en la que encerraba todo lo quería decirle.
Pero Frank no se comprendía ni él mismo, a decir verdad, amaba a su esposa, ella había sido su pareja desde siempre y no se imaginaba la vida sin ella, pero Paris, bueno, ella había entrado en su vida de una manera que ni el mismo se explicaba, tal vez la ausencia de su esposa en aquellos días, o no sabía bien a qué atribuirle eso, pero había llegado a pensar que estaba enamorado de ella, y no entendía por qué la invitaba a salir, por qué le ocultó que era casado, por qué… entendía él, que ahora Paris lo detestara, pero no soportaba aquel desprecio, le dolía, aun recordando sus besos, ligeros, rápidos, pero al final besos.
Un momento, debía de dejar de ver a Paris de esa manera o pondría el ambiente tenso.
-Que buen lugar-
-Si mi amor, Gerard elige muy bien los lugares a donde lleva a sus amigas- soltó Frank su veneno. Paris se incomodó. “Que no empiece Frank, que le voy a seguir el juego” pensó Paris.
-Es cierto Frank, él si sabe que a las amigas se les debe de divertir y no divertirse con ellas- y sonrió Paris al final de la frase.
-A comer- dijo Mikey cuando por fin, habían llegado lo que habían ordenado.
El ambiente regresó a la normalidad, pero sabían que aquello era una bomba de tiempo.
1 copa, 2 copas, solo una más… que nos traigan otra botella. Las botellas de vino en la mesa del fondo se agotaban con la velocidad con la que se las llevaban.
¿Cantar? ¿Por qué no? Inició Gerard, con unas copas encima le dedicó una canción a Paris, ella estaba muy apenada pero al final se decidió a cantar I Don't Wanna Miss A Thing de Aerosmith, pues era lenta. Paris se alegró de que aquella no era la ciudad en que había crecido, pues nadie la reconocería y que aquel lugar no estuviera tan lleno, unas cuantas mesas ocupadas por personas más o menos de la misma edad.
Amely y Mikey cantaron al mismo tiempo. A Amely no le importaba el no tener una voz afinada. Estaba junto al hombre que amaba y nada más era importante. No importaba la canción que fuera, estaban juntos y eso era todo.
Frank no quiso acompañarlos con ninguna canción, a decir verdad se le veía molesto, pero Jamia salió en su nombre e interpretó 21 guns de Green Day, sin saber el por qué. Simplemente esa canción le agradaba.
Regresemos un poco a la canción de Paris, ella se sentía la más grande de las estrellas, aquella noche siendo observada por el hombre que era su compañero, su tan deseado compañero. Cuando bajaba del escenario, vio a una persona que conocía, pero no le dio mucha importancia. Hasta que, cuando Jamia había terminado su interpretación y estaban nuevamente todos reunidos, esta persona se le acercó dejándola congelada…
-Paris, no puedo creer que seas tú- dijo el hombre frente a ella.
-¿Qué haces tú aquí?- quedó “helada”.
-Sí, a mí también me da gusto verte- dijo con voz de reproche.
-¿Quién es él?- preguntó en voz baja Gerard muy cerca del oído a Paris pues había notado la cara de espanto de Amely cuando este hombre se le acercó a su amiga.
-Paris, amorcito, ¿no me vas a presentar a tus amigos?- osó en decir. Ella estaba en shock, jamás se había imaginado encontrárselo en la ciudad.
Al escuchar la frase “amorcito” Frank volteó rápidamente a ver al hombre que mencionaba aquellas palabras refiriéndose a Paris.
-¿Quién eres tú?- le gritó Frank envalentonado por las copas.
-Por lo que veo Paris no me quieres presentar, así que yo me presentaré solo. Mi nombre es…- no terminó la frase cuando Frank nuevamente gritó…
-Lárgate de aquí, estúpido- Jamia lo jaló del brazo, no sabía por qué su esposo reaccionaba de aquella forma.
-¿A quién llamaste estúpido?-
-A ti, o ¿acaso vez a otro estúpido cerca?- esta vez contestó Amely, enfurecida por la presencia de ese hombre.
-¿Qué haces aquí Alex? –
-Mira nada más a quién tenemos aquí, a la amiga chistosa de mi Paris- dijo en tono burlón.
-Que te largues ya –dijo Frank tronando los dedos- por donde viniste.
Por fin Paris pudo hilar algunas palabras…
-¿Qué quieres Alex?-
-Nada mi amor, ven a mis brazos,-abriendo los brazos- ya ha pasado mucho tiempo desde nuestro último encuentro y te extraño-
-Alex estás borracho vete por favor- la voz de Paris empezaba a quebrarse.
-Mira “Alex”, no me interesa lo que quieras con Paris, te pido amablemente que nos dejes en paz-
-Cállate niño bonito, aquí la única que puede hablar es Paris- le contestó a Gerard. A este le enojó enormemente lo que Alex le había dicho y se levantó rápidamente de su asiento e hiso el ademan de seguir con la pelea pero Paris lo detuvo.
-Espera Gerard, yo voy a hablar con él, déjamelo a mí- Gerard retrocedió, le dirigió una mirada de depredador en espera de su presa a Alex y una de dulzura a Paris.
-Confío en ti Paris. Pero si intenta hacerte algo juro que lo ma…- Lo cayó con un dedo en sus labios.
-No va a pasar nada Gerard, te lo prometo- aquella reacción de Gerard la había llenado de fortaleza repentinamente y se sentía tan segura como para enfrentar sola a Alex.
-Está bien Paris, pero quiero tenerte a la vista todo el tiempo-
-Está bien- Paris estrechó la mano de Gerard y este le besó la mano mirando directamente a Alex.
Paris caminó un par de pasos seguida de Alex, lo suficiente para que nadie de su mesa pudiera escuchar lo que hablarían pero no demasiado para que Gerard los pudiera ver.
-Muy bien Alex –dijo ya más calmada – ¿Qué quieres, por qué me buscas?
-Paris mi amor, es que, yo jamás te he olvidado, aun te recuerdo, en mis brazos, te extraño mi amor.
-Mira Alex, vamos a dejar un par de cosas en claro 1, yo no soy “tu amor” y 2, ya no me interesa nada que pueda venir de ti – ella misma se sorprendía de su actitud tan segura.
-Perdóname mi amor, yo sé que hice mal pero…-
-¿Pero qué?, ya no me importa nada de ti, déjame en paz, estoy feliz en donde estoy, ni siquiera sé por qué estás en Nueva York, ¿qué haces aquí?, ¿dejaste a tu familia en Canadá?...-
-Yo solo vine hasta acá para buscarte, no me importa ni Kristine ni mi hija, solo tú-
-Escúchate tu mismo Alex, estoy segura de que te arrepentirás de tus palabras algún día. ¿Por qué no piensas en tu hija?-
-Ella no es mi hija- gritó el hombre y empezó a llorar
-¿Qué?- Paris estaba pasmada, nuevamente.
-Descubrí que no es mi hija, la misma Kristine me lo confirmó, no sé por qué quiso que me casara con ella si no era mi hija. Solo arruinó lo que podría ser nuestra maravillosa vida juntos, Paris yo aun te amo-
Ella se sintió mal por toda aquella situación pero ella nada podía hacer, todo aquello había quedado en el pasado y ella misma lo quería enterrar ya. Desde que salió de Canadá se prometió dejar todo lo dolorosa atrás y llevar consigo únicamente loa bueno recuerdo de aquel su hermoso país y sin duda Alex no era de aquellos hermosos recuerdos que ella había guardado en su corazón antes de salir de su país.
Aun con todo lo penoso que podría ser la situación de Alex ella no se podía dejar conmover por la historia de aquel hombre.
-En verdad lo siento, no tenía idea-
-Por eso vine a buscarte, aun estamos a tiempo de hacer nuestra vida. Regresa conmigo a Canadá, cásate conmigo- dijo estas últimas palabras arrodillándose frente a ella.
Paris sintió vergüenza…
Mientras tanto en la mesa ocurrían cosas singulares…
-¿Qué es una amiga chistosa?- Mikey le preguntaba a Amely.
-Hay mi amor, mira –suspiro- una amiga chistosa es aquella que da risa- bromeó ella.
Ambos rieron junto a Jamia, pues Frank y Gerard no le quitaban la vista de encima a Paris.
Gee notó cuando el hombre empezó a llorar. Hacía su mayor esfuerzo por tratar de escuchar aunque sea una palabra de aquella conversación pero la música de aquel lugar convertía eso en una misión imposible. Abrió los ojos como de plato cuando Alex se hincó frente a Paris.
-Amely –dijo Gerard interrumpiendo su risa -¿Quién es ese tal Alex?-
-Yo… yo no puedo decir nada, estoy segura que a su debido tiempo ella te lo dirá. Lo siento Gerard, no puedo traicionar su confianza… Mira a ese hijo de perra –dijo sobresaltada al notar que estaba hincado frente a Paris mientras sostenía su mano –Gerard ve y golpéalo tan fuerte como puedas, hazme ese favor-
Gerard no lo pensó dos veces y antes de que Amely terminara su petición, se encontraba ya, rumo hacia la pareja.
Paris, al notar que Gerard caminaba hacía donde estaban ellos se apresuró a decir:
-Alex, levántate, deja de hacer el ridículo. Comprende, lo nuestro ya es cosa del pasado-
-No, no es cierto, yo sé que aun me amas- reclamaba Alex mientras se ponía de pie.
-Te amé, en verdad lo hice, pero eso ya pasó y no quiero que jamás regrese- en ese momento llegó Gerard y tomó de la mano a Paris.
-Te está molestando amor- poniendo especial énfasis a esta última palabra. Le dio un beso en la mejilla.
“Amor”, escuchar esa palabra de boca de Gerard era como un sueño para ella, se sintió en las nubes por un instante y deseó que no fuera tan solo una palabra para ahuyentar a Alex.
-Es por este ¿verdad? Seguro él es tu nuevo amante. No puedes salir de tu país porque ya te vuelves una cualquiera, eres una ramera-
Antes de que Paris pudiera contestar a alguno de los insultos de Alex, Gerard le había depositado ya, un puñetazo en la quijada. Alex intentó contestar el golpe, pero Gerard lo esquivó y a penas y lo rosó. Paris les grito que se detuvieran, pero era hombres y estaban obedeciendo sus instintos. No se detendrían. Gerard colocó un nuevo golpe en su quijada, ahora Alex su fue contra Gerard hasta tirarlo en el piso y justo cuando iba a golpearlo el personal de seguridad llegó a separarlos, pero para ese entonces Gee ya tenía un labio roto y todas las personas del lugar habían visto aquella escenita.
Mikey, Amely, Jamia y Frank intentaron acercarse pero la seguridad no se los permitió, Paris alegó que el que inició la pelea había sido Alex y prometió sacar de allí a Gerard pero que no levantaran cargo alguno contra él. Un hubiese habido necesidad de toda aquella explicación por parte de ella, el personal de aquel lugar conocía a la perfección a Gerard.
Paris le hiso señas a Amely que tomara su bolsa y que los vería a todos fuera y salió junto a Gerard mientras el personal de seguridad sujetaban a Alex quien pasaría, cuando menos, un par de días encerrado por armar aquel escándalo.
Una vez fuera del lugar Paris no pudo contener las lágrimas…
-Gerard por qué hiciste eso, mírate, tu labio sangra- derramando algunas lágrimas.
-¿Por qué lloras, si a quien golpearon fue mí?- contestó Gerard divertido por aquella situación.
-¿De qué te ríes? No es gracioso. ¿Qué tal si te hacía daño?-
-No me hiso nada. Además no iba a dejar que se baya tan tranquilo después de haberte dicho todas esas cosas.
-¿Entonces fue por mí?- dijo Paris llorando con un tono molesto.
-Claro que si, fue por ti, por nadie más hubiese valido la pena este labio roto- contestó con una sonrisa señalado su labio inferior que era el de la herida.
Ahora Paris lloraba aun más.
-No lo puedo creer Gerard, yo soy la culpable de lo que te pasó, de que ese animal te halla lastimado, todo es mi culpa, todo-
-Hey, hey, no llores – dijo acercándola a él, la tomó de los hombros y la miró a los grises ojos- yo decidí defenderte. Él no tenía ningún derecho de hablarte de esa manera. Tú no eres nada de lo que él decía-
-¿Tú cómo sabes?, apenas y me conoces-
-Lo sé, puedo verlo en tus ojos- y sonrió
-Estás loco Gerard Way. Imagínate lo que dirían las revistas amarillistas su supieran esto “el famoso cantante Gerard Way fue sacado de un establecimiento por golpear a un turista”. Suena lindo, ¿no?-
-La verdad no suena nada bien, pero te hecho sonreír y eso era lo que quería-
-Repito lo mismo Gerard Way estás loco- y le dedicó una sonrisa de sus hermosos labios.
Él la atrajo hacia su pecho y la abrazó por unos instantes. Paris se sentía cómoda en aquel pecho. Tan masculino, tan ancho, tan grande para ella. Gerard tenía sus brazos rodeando todo el cuerpo de Paris, le besó la cabeza. Pues recordemos el ella era un “mucho” más baja que él. Al sentir su beso Paris volteó la cara hacia él, lo miró directo a los ojos. Estaban allí, en aquel callejón a luz media, mirándolo a los ojos. Jamás había notado lo bellos que eran. Quizá porque jamás había estado tan cerca de él.
Gerard la miraba con ojos de fuego. La veía directo a los ojos, sosteniendo su mirada y se dio cuenta de la pasión que aquella mujer despertaba en él. En un segundo dejó de verla a los ojos y vio un poco más abajo. Era su boca, pequeña con aquellos gruesos labios sin llegar a ser demasiado voluptuoso. Como toda ella, pequeña y débil. El color estaba oculto detrás de una capa de gloss casi rosa. Él se acercaba, ella no retrocedía.
Ella podía sentir la respiración de aquel hombre cada vez más cerca de ella, hasta que estuvieron tan cerca que podían respirar el mismo aire.
Sus labios amenazaban con unirse en cualquier momento y si lo lograran liberarían todo aquello que habían guardado los unos para los otros. Y danzarían como solo los cuerpos que se complementan saben hacerlo. Como lo hacen solo cuando las dos mitades se unen.