Para los que nunca me hayan leído y sean nuevos, la historia trata del sentimiento que comienza a desenpolvarse entre Gerard y Frank cuando se ven obligados a compartir el espacio en el autobús que los lleva de Gira.
El fic consta de tres partes, de las cuales, dos fueron ya subidas a la comunidad y serán copiadas aquí de forma seguida por mi amiga Tefy (L) mientras yo trabajo en la tercera.
Espero que os guste, acepto todo tipo de críticas y comentarios.
Un beso a tod@s!
- ¿Gee? –le pareció que era la voz de Frank- Eh, tío, despierta. El autobús se ha vuelto a averiar.
- ¿Hmm…? -¿de qué autobús me está hablando?, pensó con el ceño fruncido. A través de los párpados cerrados podía ver la luz que entraba por algún sitio. Ocupado como estaba de intentar atrapar el sueño que empezaba a desvanecerse de su mente, no pudo relacionar ideas para saber dónde cojones estaba. Solo sabía que le dolía el cuello, y… espera, el cuello… el cuello le dolía por haber dormido en el sofá… ¡del autobús de la Gira! Abrió los ojos de repente, y se arrepintió en el acto
- ¡Ah! Joder, me he quedado ciego.
- ¡Venga tío, tenemos diez minutos para recoger nuestras cosas! –dijo peinándose el pelo negro azabache con las manos y saliendo del cuarto de literas.
Gerard se quedó mirando la puerta por donde había salido. Se desperezó malhumorado y se levantó de la cama lentamente. No tenía demasiado que recoger, a parte de varias camisetas tiradas por el suelo, el cepillo de dientes y la máquina de afeitar. Además, ¿qué coño? Había dormido como el culo esa noche: la mitad en un sofá de undécima mano donde se había jodido el cuello, y la otra mitad en una cama donde se le habían estado clavando los muelles por todo el cuerpo. Le dolía la cabeza y encima no se acordaba del sueño que había tenido, sólo alcanzaba a sentir un cosquilleo en el estómago. Así que, se dijo, tengo todo el derecho del mundo a hacerles esperar un rato. Caminó con parsimonia hacia baño, se miró en el espejo y contempló su reflejo, demacrado y con ojeras. No tenía muy buen aspecto con el pelo rojo fuego (idea de su hermano) a juego con sus ojos, enrojecidos por el sueño. Tampoco tengo a nadie a quien enamorar, absolvió encogiéndose de hombros. Recogió su cepillo y su toalla y volvió a la habitación de mala gana. Mierda, le dolía todo. Al cabo de quince minutos, salió del autobús con sus cosas y se reunió con Bob y Ray, que le esperaban fuera conversando.
- ¿Ya estás listo? –dijo Bob sonriente, y señaló con el pulgar un autobús de dos pisos grande y negro situado detrás de ellos- Ese es el nuevo.
- Wow, hemos subido de nivel, ese debe tener ducha y todo.
- ¡Sí! –rió Ray- Se acabó el abrir las ventanas para airear el ambiente.
De repente, una cabeza se asomó por una ventana del piso de arriba del nuevo autobús y gritó “¡Eeeeh! ¡Tenemos una habitación para cada unooo!”. Todos rieron. La primera buena noticia del día, pensó Gerard mientras se masajeaba el cuello. Fueron caminando y subieron uno a uno al primer piso. Era mucho más grande, más espacioso, y con un sofá aparentemente cómodo, apuntó el vocalista. Se oyó la voz de Mikey gritándoles “¡Subid! Arriba están las habitaciones”. Una vez se congregaron los cinco en el piso de arriba, comenzó la elección de dormitorios. ¿Inconvenientes? Tal vez.
- Eh… esto… hay cuatro habitaciones –observó Gerard con las cejas arqueadas.
- Sí, es genial ¿verdad? –contestó sonriente Mikey.
- Bueno, ¿hola? Somos cinco
- Oh -intervino Bob- Pues… nada, ¿quiénes son los pringados a los que les va a tocar compartir habitación? Yo no puedo, es una pena que no me aguantéis cuando hablo en sueños… –dijo teatralmente llevándose una mano al pecho y metiéndose en la habitación más cercana a las escaleras.
- Esto... yo… también hablo mucho en sueños… ¡y grito! –dijo Ray cogiendo rápidamente su maleta y dirigiéndose a la habitación contigua a la de Bob sin mirar atrás.
Solo quedaban Mikey, Frank y Gerard. Mikey se rascó la cabeza y con un gesto de la cabeza se apartó el flequillo castaño claro de la frente:
- Eh… tíos, yo tengo muchísimo equipaje, y las habitaciones ya son de por sí pequeñas, y…
- Vale, ok, –interrumpió Frank- yo no tengo ningún problema en compartir habitación con Gee. Los dos tenemos muy poco equipaje.
- Sí, el único problema que veo es que sólo hay una cama -dijo Gerard.
- Pues de las dos habitaciones que quedan, veamos cuál tiene la cama más grande y esa os quedaréis ¿os parece?
- Son tamaño estándar, Mik. Pero no pasa nada, siempre puede dormir alguno en el suelo –opinó Frank sonriendo.
- Escuchad, yo ya tengo experiencia en dormir en el sofá… -empezó Gerard.
- No –replicó Frank.
- Lo digo en serio, no tengo inconveniente en probarlo.
- Estoy seguro de que nos apañaremos, Gee. Insisto –añadió al ver el gesto de duda en la cara de su compañero- Venga, vamos a deshacer las maletas. Por tercera vez en esta semana –añadió en un murmullo.
El autobús se puso en marcha, y el tiempo empezó a transcurrir. Pasaron la tarde sin hacer nada de provecho: unos navegando por Internet, otros improvisando con la guitarra, otros leyendo, otros tumbados simplemente mirando al techo; hasta que empezó a oscurecer.
- Creo que me voy a la cama, tíos –dijo Gerard bostezando.
- Pero si son las nueve.
- Oh claro, es que tú no has dormido en un sofá que fue construido para destrozar cuellos. Que por cierto, ya hablaremos de eso mañana.
- Vale, pues nos vemos luego en la cama, cariño –bromeó Frank, arrancando una risa general.
Pero en Gerard fue distinto: mientras reía, podía sentir un familiar cosquilleo en el estómago. Les dio la espalda a los chicos y se metió en el baño. Empezó a cepillarse los dientes, un tanto sorprendido por su reacción al oír a Frank decir eso, se miró al espejo y descubrió que estaba sonriendo. ¿Por qué? Pensó empezando a sentirse molesto. Sin darle más vueltas, salió del baño, subió las escaleras, se dirigió a la cama y se tumbó en el lado que daba a la pared. Ni siquiera se molestó en quitarse la ropa, y divagando en recuerdos de años atrás sobre varios compañeros de su instituto y él compartiendo cama en los campamentos de verano, se durmió.